Cómo ven los profesores a los estudiantes
Falta de integración. Las opiniones están divididas al momento de definir a la escuela como un espacio hostil para los alumnos. Los docentes de gestión pública de la Ciudad creen que la escuela es más bien un espacio amigable y que sólo aquellos alumnos que no logran integrarse o no dan con la escuela adecuada pueden sentir hostilidad. “Eso lo puede exclamar un chico que no se integra. Un marginal”. “Por ahí no es la escuela justa”.
Hostilidad. El resto de los grupos docentes consultados por Unicef creen que la escuela puede ser hostil para los alumnos por situaciones de discriminación, peleas y límites que tienen que respetar: se concentran varias de las tensiones de la vida escolar. “El tipo que quiere venir a joder, vos le pones límites y sí, va a ser hostil”, dice un profesor de una escuela privada porteña. Otro agrega: “Discriminación, donde estoy yo una chica que era boliviana era terrible, estaba en primer año, pobrecita sufría. Se resolvió con el departamento de psicología y los grupos que discriminaban tuvieron que entender qué era convivir con todo tipo de gente” .
Ayer y hoy. “La diferencia que hay ahora es que son cinco contra uno, en la época nuestra se agarraban a piñas uno contra uno. Es otro tipo de agresión y no hay nadie que ponga un límite”, agregan.
Cómo ven los estudiantes a los profesores
Falta de autoridad. Los estudiantes entrevistados por Unicef dicen que la tirantez del vínculo con los profesores se da por varias razones: una de ellas es la tendencia de los docentes a trasladar los asuntos de su vida privada al ámbito escolar o, también, al intentar generar complicidad con los alumnos. Así, los roles se desdibujan, lo que causa fastidio entre los adolescentes.
Intolerancia. Otra característica es que los encuentran malhumorados e intolerantes, lo que provoca que el maltrato sea una manera naturalizada de relacionarse entre docentes y alumnos. “Es difícil la relación con los docentes. Se piensan que son profesores y quieren hacer lo que quieren. Con el poder te aprietan y no es así”, afirma una alumna bonaerense de escuela privada.
Cansancio. Perciben que para los docentes el colegio es más un espacio hostil que amigable. Los observan cansados y desbordados por la conducta transgresora o desobediente de los alumnos. Y en este sentido, reconocen cierta gratificación en demostrar rebeldía o maltratar a algunos docentes y preceptores. También reconocen que hay profesores que saben imponer su autoridad y lograr una relación respetuosa. “Todos sabemos a qué profesor molestar y a cuál no”, dice una alumna de una escuela privada porteña.
(Este Artículo es del día 06 de mayo del 2011 del Diario Clarín)
El Pellegrini, símbolo de barbarie
La prolongación del conflicto sigue dañando el tradicional prestigio del colegio y postergando el proceso educativo.
En los últimos días se ha agravado el conflicto en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. La prolongación del problema provoca un desgaste que daña su tradicional prestigio y afecta severamente el proceso de enseñanza y aprendizaje.
La cuestión nació de la protesta del director del Departamento de Historia de la institución, Julio Bulacio, a raíz del nombramiento de nuevos profesores dispuesto por el rectorado para el reemplazo de docentes que se habían jubilado. El procedimiento seguido habría cambiado parte de las reglas existentes y el profesor Bulacio entendió que era una forma de cancelar atribuciones que le competían como director.
La acusación al rector, Jorge Fornasari, de algunos profesores de elegir docentes "a dedo", sin llamado a concurso, derivó en una movilización gremial y, tras ella, se agregó un grupo de alumnos que amplió precipitadamente las dimensiones del conflicto con protestas y ocupaciones intermitentes del colegio, conductas que se han mantenido a pesar de las gestiones del rectorado y de las autoridades universitarias. La situación empeoró el 4 del actual, cuando los alumnos impidieron el acceso al establecimiento del vicerrector a cargo del rectorado, quien concurrió con la asistencia de un escribano que labró las actas correspondientes. Esos documentos fueron depositados en la asesoría jurídica universitaria y, eventualmente, podrían dar pie a una presentación ante un juzgado de menores.
El martes pasado, el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, formuló declaraciones radiales de contenido positivo al respecto. Señaló la necesidad de defender la institucionalización de la escuela y recordó que "no existe institución sin autoridad". Añadió que la escuela es una institución gobernada por adultos y no por asambleas escolares, y que las soluciones tienen que ser alcanzadas por adultos, tanto docentes, como padres y gremialistas. A pesar de este llamado a la sensatez, hubo al día siguiente una marcha de profesores, estudiantes y algunos sindicalistas para solicitar al rectorado de la UBA que separara a las autoridades del colegio como modo "de destrabar el conflicto".
Y, paradójicamente, quien echó más leña al fuego fue el ex ministro de Educación y actual precandidato a la jefatura de gobierno porteña Daniel Filmus, quien justificó la toma del Pellegrini. Señaló equivocadamente que esta acción "es una forma de expresar el descontento que tienen los chicos" y que no están violando ninguna norma, aunque destacó como un dato preocupante que "no haya clases".
Procesos de esta naturaleza demuestran la confusión en que se incurre con frecuencia en nuestro tiempo, ya que en este caso se invierte el orden normal del funcionamiento de una institución, se abandona el camino de la racionalidad de un debate para imponer una propuesta y, al marginar los pasos lógicos del diálogo, se agrava la cuestión desmesuradamente.
Lo propio de las conductas civilizadas que deben aprender los alumnos -y que han olvidado muchos adultos- es que en un país democrático las medidas de fuerza no son las primeras sino las últimas en adoptar. Cuando en vez de obrar así, los pasos iniciales ya son extremos, se reduce o se anula toda vía hacia una solución. José Ortega y Gasset diría que se retrocede a una forma de convivencia bárbara. Semejante a otras protestas asociadas con la cultura del piquete que venimos sufriendo en los últimos años.
Si la propuesta que formulan los alumnos y los mayores que los acompañan a fin de "destrabar el conflicto" es la renuncia de los directivos del colegio, nada hay para debatir: el pensamiento queda cancelado y eso constituye un penoso retroceso para la educación.
(Nota publicada en Diario La Nación el día 13 de Mayo del 2011 )
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